Durante décadas, las empresas se centraron en la producción, dejando en segundo plano (o incluso ignorando) el componente humano que lograba los resultados. Con el paso de los años, se comenzó a tomar en cuenta el cuidado y el bienestar del personal. En la actualidad, es un hecho que la productividad está relacionada con varios aspectos y hasta la ciencia puede ayudar a conseguir mayor efectividad y eficiencia.
La neurociencia puede ser una herramienta importante para desarrollar a los líderes y directivos de una empresa, según el psicólogo Luis Santamaría. Aunque no sea muy conocido, el funcionamiento de la mente y el establecimiento de los circuitos neuronales están ligados con la formación de nuevos hábitos en el trabajo.
Algunos expertos han denominado esta área de conocimiento como neuroliderazgo. Ya en los años 90, la inteligencia emocional se convirtió en un factor importante a considerar, y su creciente aplicación en las empresas evidencia su relevancia para liderar al personal. En la actualidad, ya hay pruebas de la plasticidad neuronal del ser humano y una considerable capacidad de aprendizaje.
De acuerdo con la revista Nature Medicine, la neurogénesis, que es la creación de nuevas neuronas en personas sanas, es un hecho. Es decir, se ha descartado la idea de la degradación neuronal, y al contrario, se pueden adquirir nuevas conductas y crear hábitos. Cuando somos conscientes de ellos, se abre una puerta a una amplia aplicación a nivel social y profesional.
Estas herramientas nos indican que el líder debe conocer cómo funcionan estos procesos de una forma más amplia. No se trata de convertirse en un experto en neurología, pero sí de entender cómo esta herramienta nos permite conocer cómo los colaboradores toman decisiones, resuelven problemas y regulan sus emociones en un ambiente social y laboral.
Se trata de un campo del cual todavía se pueden aprender muchos aspectos, y es novedoso en el ámbito organizacional. Hasta el momento, nos permite tomar en cuenta las capacidades de atención, la autorregulación emocional y la concentración, todas características indispensables en un líder contemporáneo.
Un claro ejemplo es que los altos niveles de estrés provocan la liberación de hormonas que actúan como mecanismos de defensa, según investigaciones recientes. Las imágenes cerebrales muestran que, ante estos escenarios, el individuo pasa de un estado activo a uno reflexivo. En consecuencia, el control del estrés en el campo laboral puede tener un impacto significativo en la mejora del rendimiento.
Tomando únicamente este ejemplo, nos damos cuenta de que, como líderes, tenemos el deber de generar un ambiente laboral sano y tranquilo. No quiere decir que no pueda haber situaciones de estrés; siempre las habrá, pero queda en nuestra responsabilidad saber cómo manejar estos escenarios para que los colaboradores puedan dar lo mejor de sí mismos.
Daniel Goleman explica en el texto «Liderazgo: El poder de la inteligencia emocional» que los líderes deben tener conciencia de sus propias emociones y contar con empatía hacia los demás. Así, podrán gestionar de mejor forma las relaciones con el personal, evidenciando cómo los sistemas afectivos y de control pueden estar vinculados mediante las mecánicas cerebrales.
La neurociencia también nos dice que el sentimiento de amenaza puede afectar la facilidad de generar un cambio. Los seres humanos siempre han creado mecanismos para contrarrestar las amenazas, y estas acciones se deben a las respuestas cerebrales. Las señales de alerta provocan pensamientos y comportamientos para solucionar los problemas más complejos y las situaciones más adversas.
Como líderes, podemos estimular la motivación intrínseca (aquella que nace de uno mismo) en nuestros colaboradores. La teoría de la autodeterminación señala que esto puede satisfacer las necesidades de autonomía, competencia y relaciones. Asimismo, desde el liderazgo emocional podemos fomentar una relación armoniosa, comunicación abierta y apoyo, promoviendo el compromiso laboral.
Esta es una temática novedosa que surgió hace pocos años y que todavía falta por conocer en profundidad. Sin embargo, ya es un hecho que hay una relación entre el liderazgo y la neurociencia, la cual nos invita a explorar cómo desarrollamos las habilidades cognitivas y emocionales de nuestros colaboradores, a la vez que cuestionamos cómo aprovechar al máximo nuestro cerebro y nuestras neuronas.
Ante la visión de un trabajador objetivo que funciona como una especie de robot, la perspectiva de la neurociencia poco o nada puede aportar. No obstante, el neuroliderazgo nos indica que hay varias subjetividades, como el ambiente laboral, la empatía, la comunicación y la motivación, que pueden maximizar los resultados de nuestra empresa. Ahora surge la pregunta: ¿te quedarás con los antiguos paradigmas o asumirás los nuevos hallazgos de la ciencia para potenciar tu rol de líder?
Preguntas para la reflexión:
1. ¿Estás usando las herramientas que ofrece el neuroliderazgo para maximizar los resultados de tu empresa?
2. ¿Estás tomando en cuenta la empatía y la comunicación en tu empresa?
3. ¿Realmente estás motivando al máximo a tus colaboradores?
4. ¿Estás incentivando a tus colaboradores a aprender y adoptar nuevos hábitos?